A veces, solo basta con estar ahí
He caído en cuenta que siempre estoy tratando de solucionar problemas. Cuando me enfrento a alguna situación, inmediatamente pienso en estrategias y tácticas para abordarla de la mejor manera; tal vez sea por formación profesional que se ha convertido en una deformación porque he terminado por creer que siempre tengo que solucionar problemas, hasta en ocasiones en donde no me han pedido soluciones. Cuando un amigo me cuenta algo, pienso que lo esta haciendo porque quiere que le diga algo, no se me ocurría que tal vez sólo quería desahogarse.
Hace unos días mi perro enfermó y el veterinario dijo que solo quedaba esperar. Estuve ahí junto a él en silencio por muchas horas, pensando que no podía hacer nada por él y en realidad estaba haciendo mucho. Estaba acompañándolo en su proceso y al mismo tiempo estaba aprendiendo una gran lección. ¡Gracias Jack por ser un gran maestro! A veces, el acto de simplemente estar ahí, sin intentar solucionar nada, puede ser más poderoso de lo que imaginamos.
El acompañamiento emocional, entendido como la capacidad de estar presente, escuchar y validar los sentimientos de otra persona, ha demostrado ser una herramienta fundamental para fortalecer las relaciones interpersonales. Según un estudio realizado por Shelley Gable y Harry Reis en 2006, la forma en que respondemos a las experiencias emocionales de los demás influye directamente en la calidad de nuestras relaciones. Acompañar de manera empática, sin intentar imponer soluciones, puede mejorar la satisfacción en las relaciones y generar un sentimiento de apoyo emocional que es invaluable.
Es común que las personas, especialmente en contextos de pareja o amistad cercana, asuman el rol de “solucionador”. Esta tendencia puede estar motivada por el deseo de ver a nuestros seres queridos bien o por la incomodidad que nos genera verlos sufrir. Sin embargo, no siempre es el enfoque más adecuado. Un estudio del American Psychological Association destaca que cuando alguien intenta solucionar los problemas de otro sin que se lo hayan pedido, puede generar una sensación de invalidez o incluso de incompetencia en la persona que está atravesando el conflicto. En lugar de sentirse apoyada, la persona puede sentir que sus emociones han sido minimizadas y que su proceso no ha sido respetado. En estos casos, ofrecer una presencia comprensiva, una escucha sin juicio, y la validación emocional pueden ser las claves para que esa persona encuentre, por sí misma, su propio camino hacia la resolución.
Hablemos entonces de la validación emocional, que es la capacidad de reconocer y aceptar las emociones de otra persona sin intentar cambiarlas o minimizarlas. Al acompañar de forma no intrusiva, las personas experimentan una mayor capacidad de autorregulación emocional, lo que a menudo les permite tomar mejores decisiones por sí mismas. Las personas que reciben validación emocional tienden a sentirse más seguras, comprendidas y menos juzgadas, lo que fomenta su capacidad para abordar sus propios problemas sin la intervención externa. A largo plazo, este tipo de apoyo fortalece la resiliencia y la confianza en las relaciones.
He estado evaluando cómo acompañar sin intentar solucionar; creo que un buen camino es escuchar activamente, sin interrumpir ni preparar una respuesta. Validar emociones, a través de reconocer lo que la otra persona está sintiendo sin tratar de racionalizarlo o buscar soluciones inmediatas es clave. Respetar los procesos, entendiendo que todos tenemos nuestros propios ritmos para procesar y resolver sus problemas. Acompañar significa estar dispuesto a respetar ese ritmo sin apresurar el proceso.
Quería compartir esto porque creo que en un mundo que valora tanto la productividad y la resolución rápida de problemas, a veces olvidamos que no todo necesita una solución inmediata. Acompañar a alguien, ser testigos de su proceso emocional y ofrecer un espacio seguro, puede ser más transformador que cualquier consejo o solución apresurada. La presencia y la empatía pueden sanar de maneras que no siempre somos capaces de prever. A veces, solo basta con estar ahí.
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