Diálogos Asertivos
¿Te ha pasado que cuando estas enfadad@ cambias el tono de voz, el modo de hablar, de mirar y hasta el rostro se pone rígido? Muchas veces dejamos que nuestros enojos nos invadan y volvemos nuestras conversaciones en reclamos y defensas; lo que la convierte inmediatamente en una charla poco asertiva y hasta puede desencadenar en una pelea. Debemos ser conscientes que la comunicación es muy importante, pero también lo es la intención de la misma. Si partimos con mala actitud, tendremos malos resultados. Esto lo podemos aplicar en nuestras relaciones de pareja, amigos, hijos, compañeros de trabajo, a todo nivel de nuestras interrelaciones.
Todo empieza cuando decimos “Tenemos que hablar”. Frase que personalmente, siempre evito porque la siento imperativa y provoca desasosiego. Considero que la comunicación debe fluir de manera armoniosa y la palabra “tenemos” le aporta una rigidez innecesaria que le resta espontaneidad a la plática. Cuando alguien me dice “Tenemos que hablar”, siento ansiedad y creo que es el preludio de algo; porque sean buenas o malas noticias, es una situación atípica que ha requerido que la otra persona me diga “tenemos que hablar” y no hablemos directamente. Imagino que se tiene que dar en un contexto especial que atienda a una situación poco convencional.
Lo peor que puede pasar es que inicies una conversación con actitud negativa. Si a tu mente vienen pensamientos como: “ya hemos hablado de eso mil veces”, “Ya sé lo que me dirá, siempre es lo mismo” “¡para qué seguir tocando el mismo tema?”; es mejor posponer la platica para otro momento porque lo único que conseguirás será convertir tus conversaciones de pareja en diálogos encapsulados, o a lo que comúnmente llamamos “disco rayado”, que es cuando se toma mucho tiempo hablando circulando por los mismos sitios sin llegar a ninguna parte.
Para poder hablar debemos ser asertivos y no agresivos. Evitemos los reclamos y las críticas. Modulemos el tono de voz y eliminemos de la charla, las insinuaciones y sarcasmos. Exponer nuestros puntos de vista con respeto. Y ese es un punto muy importante, debemos evitar que nuestros desacuerdos sean sinónimos de peleas. Es muy válido y hasta saludable no estar de acuerdo en todo; en cambio sí es muy toxico pelear.
No tratar de llevar la razón siempre, ni tratar de convencer al otro. Debemos preocuparnos por el punto de vista opuesto porque es tan válido como el nuestro. Tratemos de escuchar y responder con buena disposición; no utilicemos argumentos para refutar “volteando la tortilla”; en su lugar podríamos tener actitudes empáticas y tratar de comprender qué generó la incomodidad del otro.
Entendamos que no se trata de una competencia en donde uno debe ganar y otro perder; se trata de un win win; es decir en un diálogo que nos nutra, nos complemente y aporte a mejorar nuestra relación. En este punto es importante tratar de dominar y controlar nuestro ego; porque muchas veces todos los conflictos parten de nuestro ego.
Intentemos razonar lógicamente; aunque es muy difícil cuando uno está enojado o cuando se siente que es víctima de alguna situación; tratemos de analizar la situación más allá de la brumosa nube emocional. Recuerda que todo tiene la importancia que tú le asignes.
Evitemos traer el pasado al presente; pongamos límites a la discusión y no recurramos a temas que se supone ya han sido superados. Este es un recurso muy inmaduro porque se abren heridas ya cerradas, para tratar de obtener la razón. Enfócate en el punto a tratar, no utilices palabras que puedan lastimar o faltar al respeto. Recuerda que las palabras son una herramienta poderosa, una vez pronunciadas no tienen marcha atrás.
Los resultados de una conversación son previsibles si tenemos en cuenta la actitud con la que se inició. Es importante mantenernos firmes pero amables, honestos y respetuosos. Debemos identificar qué emoción nos llevó a tener la plática, es decir nos comanda la rabia, tristeza, incertidumbre, asfixia, miedo, desacuerdo. Una vez que tengamos clara nuestra emoción, debemos recordar nuestros lazos afectivos con esa persona; no debemos pensar que hace las cosas para molestarnos, para burlarse o con la intención de fastidiar; seamos empáticos y pensemos que no reparó en que cierta actitud nos agrediría.
Tengamos una actitud receptiva y no reactiva ante sus palabras; para ello es necesario recordar el lazo afectivo que nos une a esa persona, la historia juntos, la cotidianidad, las risas, las situaciones superadas, los logros, las vicisitudes, lo divertido de su relación, su complicidad, todo aquello que nos anime a ser optimistas. Además es fundamental retroceder un paso y ver las cosas en perspectiva, no culpar ni señalar. Debemos preguntarnos ¿qué hice yo para generar tal o cuál situación?
Imágenes tomadas de Internet
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