Juzgar y Opinar

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Estamos en la era de la comunicación; las nuevas tecnologías nos permiten ser parte activa del mundo. A diario leemos noticias y comentarios que muchas veces agreden y lastiman y no somos conscientes de ello. Creo que es muy importante hacernos cargo de nuestras acciones, de considerar el poder de nuestras palabras. Escribí este post porque me interesa reflexionar acerca de la diferencia del juzgar y opinar.

La palabra juicio tiene varias acepciones, está asociada a temas jurídicos, a  la  facultad del ser humano que permite distinguir entre el bien y el mal y al estado de lucidez. Un juicio siempre es categórico, determinante, es absoluto y no da lugar a réplica. De hecho, todos los días emitimos juicios, sentenciando de manera automática, por ejemplo cuando vas conduciendo y alguien se atraviesa en tu camino intempestivamente, piensas “está loco, que imprudente”; cuando la policía detiene el tránsito y tu sin conocer la razón dices “que incompetente, no tengo su tiempo”; o cuando un compañero de trabajo comete un error por descuido y asumes “ ¡No tiene talento, no está capacitado!”

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Una opinión es un pensamiento enunciado en un determinado momento que no pretende ser absoluto. Es un concepto que se tiene sobre algo, pero desde un punto de vista más flexible, consciente de la multiplicidad de los puntos de vista. Pero no te excuses en que todos somos libres de opinar; la libertad de opinión demanda mucha responsabilidad, ser caut@s, mesurad@s, empátic@s, compasiv@s y sobre todo argumentativos, alejándonos de los chismes y rumores infundados.

Si lo piensas, pasamos la vida juzgando, evaluando la moral, ideas y acciones de los demás; porque sentimos insatisfacción con nuestra realidad, por inseguridad, por envidia, porque somos intolerantes o porque necesitamos sentirnos superiores. Buscar el lado negativo es más fácil que reconocer y felicitar los aciertos. Criticamos para sentirnos mejor con nosotros mismos y en realidad lo único que hacemos es debilitar nuestra energía.

Trabajemos en eliminar las emociones y pensamientos negativos, la crítica y el juzgar; esforcémonos por dirigir nuestra atención hacia los aspectos positivos, construyamos relaciones amorosas, compasivas y tolerantes. Cuando dejamos de juzgar, abrimos espacio para nuestra propia transformación. Al mismo tiempo, seamos responsables con nuestras opiniones; trabajemos en comunicarnos asertivamente, pensando en el impacto y poder de nuestras palabras. Antes de opinar, piensa cómo te haría sentir a ti.

Imágenes tomadas de Internet
Dulcinea
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