La Cultura de la Cancelación
En los últimos años, se ha hecho cada vez más común la cultura de la cancelación, donde personas o empresas son «canceladas» o boicoteadas por cometer un error o por tener una opinión impopular. Esta cultura ha generado mucho debate y controversia, ya que algunos la ven como una forma de justicia social y otros la consideran una forma de censura y ataque a la libertad de expresión.
Es un fenómeno en el que aquellos que se considera que han actuado o hablado de manera inaceptable son condenados al ostracismo, boicoteados o rechazados. Este rechazo puede extenderse a los círculos sociales o profesionales, ya sea en las redes sociales o en persona, con la mayoría de los incidentes de alto perfil que involucran a celebridades.
La cultura de cancelación se refiere a la tendencia en la que la reputación de una persona puede arruinarse, se le puede exigir que la despidan o su carrera puede destruirse debido a una opinión que se percibe como incorrecta, herética o redactada sin cuidado. A veces, una sola palabra es suficiente para desencadenar este proceso. Además, se niega toda la existencia de esa persona y se elimina, revoca o anula, en otras palabras, se “cancela”.
La cultura de la cancelación se ha vuelto muy prevalente en nuestra sociedad porque la gente tiene la imperiosa necesidad de comunicarse y hacer sentir su voz. Las plataformas digitales hacen eco de esas voces que demandan ser escuchadas. También puede ser vista como una forma de responsabilizar a las personas y empresas por sus acciones y palabras.
Sin embargo, la cultura de la cancelación también puede ser problemática. En algunos casos, las personas pueden ser canceladas sin una investigación adecuada o sin darles la oportunidad de disculparse y enmendar sus acciones. Además, esta cultura puede ser tóxica y puede llevar a que la gente tenga miedo de expresar sus opiniones por temor a ser cancelados. Algunos sostienen que esta corriente solo respalda la discriminación.
Uno de los críticos de la cultura de cancelación es el expresidente estadounidense Barack Obama (BBC 2019), quien habla críticamente de la “cultura del despertar” que se refiere a estar alerta ante estructuras socialmente discriminatorias. Obama parece tener poco aprecio por las personas que juzgan lo más posible a los demás pero que están muy satisfechas consigo mismas.
Este fenómeno crece y se fortalece a través de las redes social, participar activamente en estas dinámicas de cancelación tiene un efecto de satisfacción personal, una percepción de aumento en el status y, en consecuencia, reduce el estatus del enemigo percibido. Al mismo tiempo, fortalece los lazos sociales entre los participantes y ofrece recompensas rápidas y atractivas.
Tal vez nos encontremos ante una de las formas más importantes del activismo cívico moderno. Donde anteriormente se boicoteaba a las empresas, ahora las represalias se dirigen a las personas. En la cultura de la cancelación, cualquier persona puede ser destacada al publicar actualizaciones de enojo en las redes sociales desde su sofá. Los investigadores del activismo cívico encuentran que participar en el activismo debe ser fácil, rápido y requiere poco compromiso. Podríamos definir a estos ataques activismo a través de las redes sociales como “clicktivismo”.
Es posible que la cultura de cancelación se establezca como un medio de influencia social, porque en algunos casos habrá tenido un efecto positivo genuino como en el tema de la responsabilidad social corporativa, en donde las empresas sienten mucha presión por sus propuestas de sostenibilidad. Pero también tiene un lado negativo, cuando se orienta a la crítica, invalidación y discriminación.
Es necesario apuntar a construir una sociedad con más empatía y comprensión hacia los demás. En lugar de cancelar a alguien de inmediato, deberíamos tratar de entender sus motivaciones y perspectivas. Debemos ser más tolerantes con las opiniones de los demás. Si bien es importante tener discusiones y debates sobre temas importantes, también debemos reconocer que la gente puede tener opiniones diferentes y eso no significa que sean malas personas. En lugar de cancelar a alguien por tener una opinión diferente, podemos tratar de comprender por qué tienen esa opinión y tratar de encontrar un terreno común.
Otra solución es centrarnos en la educación. En lugar de cancelar a alguien por su comportamiento pasado, podemos trabajar para educar a las personas sobre por qué su comportamiento es ofensivo o dañino. Si podemos educar a las personas sobre las ramificaciones de sus acciones, es posible que puedan ser más conscientes de sus palabras y acciones en el futuro.
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