La interpretación mágica de los niños

Ayer, mi sobrina me envío un video de su bebé de 2 años, en donde se le veía muy emocionado mirando por la puerta de cristal del salón. Estaba muy contento, mirando con asombro y murmurando algunas palabras de niños pequeños, que los adultos no somos capaces de descifrar. Estaba allí contemplando las hojas que caían y los colores brillantes, mientras que sostenía algunos juguetes y su cara tocaba el cristal. Me quedé maravillada de su dulce reacción y pensé que una ventana para un niño pequeño debe ser como un campo de fuerza mágico.

Para los adultos, el mundo es una ventana gigante, que nos muestra nuestra visión del mundo y nuestra percepción que crea nuestra realidad. Algunos ven el vaso medio vacío, otros ven el vaso medio lleno; lo cierto es que el vaso tiene todo lo que percibimos. En un estado de asombro y apreciación, puedes visualizar lo que quieras crear a partir de esa percepción.

Desde que vi el video que me envío mi sobrina; me pregunté, ¿Cómo percibe un niño el mundo? ¿Cómo analiza todo lo que gira a su alrededor? Los niños no se complican; no piensan en términos analíticos amplios, viven el aquí y ahora. El campo de fuerza mágico está sucediendo constantemente a su alrededor; la televisión que ven es mágica, el perro es mágico, los besos de mamá y papá son mágicos. Ellos tienen la fabulosa capacidad de ver al mundo con ojos de asombro. Pero ¿cuándo dejamos de hacer eso los adultos?, ¿en qué momento de nuestras vidas perdimos esa capacidad?, ¿cuándo dejamos de ver la magia en todo?, ¿por qué dejamos de sorprendernos?

Tal vez porque nos dijeron que necesitábamos crecer y cumplir con lo establecido, dejar de lado el tiempo para jugar y empezar a cumplir con las reglas que nos impone la sociedad. La edad adulta tiene demasiadas normas y nos olvidamos de entretener a la niña o al niño en nuestro espíritu. Dejamos de lado a nuestro niñ@ interior, que esa parte espontanea, creativa, confiada, ocurrente y curiosa, que algunas personas dejan de expresar cuando crecen.

Te invito a hacer un ejercicio y pensar en ti cuando eras niñ@, en tus cualidades infantiles durante 5 minutos o el tiempo que puedas; piensa como te divertías, en cuando no era importante si te ensuciabas, en cuantas veces saltabas de content@, en cómo te expresabas sin censuras. Ahora trata de hacer cosas que te lleven a esa época como cantar en voz alta frente a un espejo, saltar en la cama, reír con gestos espontáneos. Vuelve a lo que necesites para volver para ver el campo de fuerza mágico que te rodea. ¡Crea esos momentos!

 «Cada día saludo a mi niño interior con amor y gratitud, permito que brille la inocencia, la alegría y la belleza. Le doy a mi niño interior el espacio para salir y jugar».

Lee Horbachewski

Recupera tu inocencia, tu capacidad de reír, de jugar, de hacer más amenos tus procesos, de usar tu imaginación y no tomarte las cosas tan en serio. Tu fortaleza será darte espacios y permiso para enfrentar las cosas de una forma más liviana, con más diversión y conectando con la alegría. Cultivando espacios de juego, verás que podrás avanzar mejor de lo que habías pensado. Estar en contacto con tu niñ@ interior te ayudará a expresarte de manera más lúdica, a experimentar con más soltura y curiosidad, lo que te ayudará a aprender lo que necesitas en este proceso y sentirte más segur@ en la incertidumbre de lo nuevo. Cómo ves el mundo determina qué tan bien lo vives. Asómbrate y agradece desde el corazón y verás la magia en los demás.

Dulcinea
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