La memoria, la impermanencia y lo que aún nos habita
Las redes sociales a veces se convierten en espejos del tiempo. Te muestran quién eras hace un año. Te traen de vuelta una imagen, una palabra, una compañía. Te recuerdan lo que sentías, lo que soñabas, lo que aún no sabías que iba a cambiar. Y es entonces cuando te das cuenta de cuánto has mudado de piel.
Hace un año, quizás ni siquiera imaginabas estar donde estás ahora. No tenías planeado este giro, este cambio, este desafío. Ni siquiera sabías que serías capaz de sostener ciertas cosas, o de soltar otras. Lo que hoy vives, en ese entonces, no estaba en el mapa. Porque así es la vida: impredecible, en constante transformación.
El futuro siempre es incierto. A veces asusta, otras veces entusiasma; pero inevitablemente llega. Y con él, nuevas versiones de ti, versiones más auténticas, más valientes, más sabias. No porque lo sepas todo, sino porque ya no huyes de las preguntas.
La evolución no es una línea recta. A veces duele, a veces se siente como perder capas enteras de ti. Como una serpiente que se arrastra entre piedras mientras su piel vieja se desgarra para dejar paso a lo nuevo. Mudamos de piel no solo en los grandes momentos, sino también en los silencios, en los duelos, en las pequeñas decisiones que nadie ve.
La impermanencia es una verdad que cuesta abrazar, pero cuando lo hacemos, algo dentro se alivia. Comprendemos que nada está hecho para durar eternamente: ni el dolor, ni la euforia, ni las certezas. Aceptar que todo cambia —que todo fluye y se va transformando— es también abrir la puerta a la paz. Es dejar de pelear con lo que se fue, y aprender a honrarlo. Es confiar en que cada final lleva la semilla de un nuevo comienzo. La impermanencia, cuando se mira con amor, no es pérdida: es posibilidad.
«No es la impermanencia lo que nos hace sufrir. Lo que nos hace sufrir es querer que las cosas sean permanentes cuando no lo son». #ThichNhatHanh
Tal vez mires atrás y extrañes. Hay personas que estaban y que ya no están. Hay situaciones que eran cálidas y hoy se han enfriado. Hay sueños que dejaste ir por el camino. Y eso también es parte de vivir.
La nostalgia puede doler, pero también puede ser luz. Confía en que, incluso si hoy estás en una etapa gris, el cambio vendrá. Porque si una cosa es segura, es que todo pasa. Y si hoy recuerdas un tiempo donde te sentías más viva, más feliz, más tú…ten por seguro que esa sensación puede regresar, de otra forma, en otro tiempo, con otra madurez. Nada está perdido. Todo está en movimiento.
Así que cuando los recuerdos aparezcan, míralos con amor. Agradece a la que fuiste. Sostén con compasión a la que eres. Y confía en que todo conviene; porque el camino no ha terminado. Te invito a mirar tu propio camino con compasión. No para quedarte atrapado en el pasado, sino para ver con claridad cuánto has crecido… y seguir caminando con conciencia y gratitud.
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