La Ruta de Dulcinea, 11 años después!
Estamos de aniversario! y no quería dejar pasar la oportunidad de agradecer desde mi corazón! Gracias por estar, leer y compartir. El 13 de mayo de 2014 publiqué la primera entrada de este blog sin tener ni idea de hasta dónde iba a llegar, si alguien lo iba a leer o si alguna vez alguien comentaría. Spoiler: no comentaron mucho al principio 😅
Pero igual seguí escribiendo. Y hoy, 11 años después, sigo aquí. Tal vez no con miles de visitas ni viralidades, pero sí con algo mucho más importante: una comunidad que lee con el corazón abierto, que guarda textos, que me escribe para contar que un párrafo les hizo bien, que comparte en voz baja con sus amigas, que vuelve.
A lo largo de estos años, entendí que escribir no es solo un acto creativo, es también una forma de procesar lo que me pasa. Cada post que comparto nace de una mezcla entre reflexión, emoción y ganas de entender(me) mejor.
La escritura se convirtió en mi espacio para mirar hacia adentro, para ponerle nombre a cosas que a veces ni yo entendía, para ordenarme cuando todo parecía un caos. Escribir es parte de mi desarrollo personal. Es mi manera de sanar. Y lo hermoso es que al compartirlo, esa sanación a veces se vuelve colectiva.
Este blog me ha acompañado en todas mis versiones. A lo largo de estos años, he pasado por todo: crisis personales, cambios de rumbo, terapias, duelos, decisiones difíciles, emociones que no sabía cómo poner en palabras. Y muchas veces este espacio fue mi forma de ordenarlas.
Escribir ha sido una especie de brújula. Y saber que del otro lado había gente que también se sentía así, fue como tener compañía en un camino que a veces se siente cuesta arriba.
¿Por qué sigo escribiendo después de 11 años? Porque compartir sigue siendo necesario. Porque no todo tiene que ser tendencia o algoritmo para tener valor. Porque si una sola persona encuentra consuelo, claridad o un “a mí también me pasa” en lo que escribo… ya vale la pena. Y porque sigo creyendo que las palabras tienen poder. No poder para cambiar el mundo entero, pero sí para aliviar un pedacito de la vida de alguien. A veces, eso es todo lo que hace falta.
💛 Gracias por ser parte (aunque no digas nada). Gracias si estás desde 2014. Gracias si llegaste ayer. Gracias si leíste algo y lo cerraste, pero se te quedó en la cabeza. Gracias si compartiste, si guardaste, si comentaste, si solo observaste. Todo eso también es estar.
Este blog es un espacio hecho con cariño, sin presión, sin pretensión. Solo con ganas de acompañar desde lo honesto. Y que tú estés del otro lado, lo hace real. En estos 11 años he escrito desde mi casa, desde aeropuertos, de vacaciones, en otros países, en hoteles y en cafés ruidosos. Y lo voy a seguir haciendo. Porque escribir es parte de mi vida. No importa si hay ruido afuera o caos adentro. Siempre voy a encontrar el momento para sentarme y escribir, porque es mi forma de estar presente. Y mientras tenga algo que decir —aunque sea un poquito— La Ruta de Dulcinea seguirá viva.
Gracias por acompañarme en este viaje y gracias por dejarme acompañarte también.
Nos seguimos encontrando por acá.
—Dulcinea
- Desconectar para reconectar: la pausa necesaria a mitad de camino - 18 julio, 2025
- Hoy, hace un año! - 11 julio, 2025
- Personas que son puentes: esos encuentros que te cambian la vida sin planearlo - 4 julio, 2025