Las secuoyas y nuestro viaje espiritual
Hace algún tiempo viví la maravillosa experiencia de meditar en un bosque de secuoyas, que son uno de los arboles más grandes del mundo. Había leído acerca de los beneficios de visitar a las secuoyas como el balance de los chakras y el campo áurico, la reducción de la ansiedad, estabilizar, su maravillosa energía para sanar y aquietar la mente, la fabulosa experiencia de conexión plena con la naturaleza, la inspiración y equilibrio de vida.
La energía de las Secuoyas es cristalina y conduce el ambiente a una frecuencia más elevada; proyectan un aura laminada única en el planeta. Los geólogos han determinado con exactitud que las Secuoyas Gigantes han estado en el planeta durante más de 144 millones de años. Son los guardadores de los registros del Reino Vegetal, están conscientes del pasado, el presente y hasta cierto grado del futuro tanto de la humanidad, como de la tierra.
“En un bosque de cien mil árboles, no hay dos hojas iguales. Y no hay dos viajes por el mismo camino”.
Paulo Coelho
Las raíces de los árboles en un bosque de secuoyas están interconectadas; en lugar de que cada árbol tenga su sistema de raíces individual, todo el bosque es en realidad un solo organismo, en donde cada árbol individual es parte de un gran sistema de árboles. Las ramas reciben su sustento a través de este sistema de raíces y, a su vez, aportan nutrientes a todo el sistema a través de la magia de la fotosíntesis. El sistema de raíces no es particularmente profundo pero sí muy ancho. Es esta vasta red la que permite que los árboles crezcan tan altos y, sin embargo, mantengan su estabilidad.
La historia del Buda es la historia de un individuo que pasa del sufrimiento al despertar; su historia ha inspirado a innumerables personas a emprender este viaje por sí mismos. Por otra parte, la historia de Jesús es la historia de un hombre que, a través de su sufrimiento, allanó el camino para que otros encuentren la salvación; muchos han encontrado la salvación personal siguiendo el camino de Jesús. Ambas son historias inspiradoras, optimistas, tienen la promesa de que, aunque experimente sufrimiento, se puede encontrar una manera de superarlo para descubrir una forma diferente de ser.
Ahora les contaré una historia sobre el sistema desde la perspectiva de las raíces de las secoyas. En realidad, las raíces (conciencia colectiva) no pueden experimentar la redención a menos que los árboles (conciencia individual) la experimenten también; así como los árboles (individuos) no pueden salvarse o despertarse por completo a menos que esa experiencia penetre hasta las raíces (lo colectivo). Las raíces y los árboles no están separados entre sí. Forman parte de un solo organismo.
Si experimentamos un llamado espiritual o una transformación espiritual, ya sea que lo imaginemos proveniente de nuestro interior o más allá de nosotros, tendemos a imaginar que se trata de un llamado para nosotros como individuos. Sin disminuir en modo alguno su existencia como árbol solitario, el árbol descubre que forma parte de un vasto sistema de raíces y árboles que son, de hecho, un solo organismo. El árbol (conciencia individual) experimenta la naturaleza de Buda o la salvación al descubrirse a sí mismo como un organismo mucho más vasto de lo que jamás podría haber imaginado (conciencia colectiva).
Pero hay otra forma de imaginar esta llamada o transformación espiritual. En verdad, no hay árboles sin raíces ni raíces sin árboles. En lugar de originarse en el árbol individual, se puede imaginar que la llamada surge del propio sistema raíz. Las raíces (conciencia colectiva) son conscientes de ser un organismo entrelazado. Sin disminuir de ninguna manera su experiencia como un todo entrelazado, las raíces experimentan plenamente la alegría que están dando lugar a magníficos árboles. Así como el individuo experimenta la salvación al descubrir que es parte de la totalidad de la existencia, la totalidad de la existencia experimenta la redención a través de la experiencia de romper el suelo y nacer en la comunidad sagrada.
El viaje espiritual es la conciencia colectiva que llama a la conciencia individual y viceversa. En realidad, solo hay conciencia. Su aparición como individual o colectiva es una paradoja que no está destinada a resolverse.
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