Límites Emocionales
Todos hemos vivido alguna vez, una situación en donde nos hemos sentido incómod@s, agobiad@s y hasta estresad@s. Tal vez lo hayas experimentado en el trabajo, con la familia, amigos y hasta con tu pareja. Episodios en donde has puesto a prueba tu paciencia, soportando un sufrimiento innecesario; en donde no te reconoces porque sientes que te has postergado por diferentes motivos. Y eso es algo que jamás debemos hacer, por ello es muy importante que aprendamos a marcar nuestros límites emocionales, que son una especie de barreras imaginarias que te ayudarán a decirte “hasta aquí voy a llegar”.
Los límites emocionales son parte de nuestro autoconocimiento, ayudan a respetar nuestros espacios y tiempos; facilitan nuestra interrelación con los demás, moderando nuestro comportamiento, impiden que ofendamos a los demás o seamos ofendidos. Es el espacio donde terminas tú y empieza otra persona.
Los desarrollamos durante toda nuestra vida, desde pequeños nuestros padres nos educan e influyen en nuestra personalidad. Cuando nos enseñan a exteriorizar nuestros sentimientos y emociones, reafirman nuestra identidad personal y se establecen las primeras bases de nuestros linderos. Los límites emocionales van mutando o en algunos casos cediendo, por ejemplo cuando nos vemos en situaciones en donde perdemos nuestra seguridad personal, sentimos miedo, nos aterra el abandono, el rechazo o cuando sentimos culpa. Lo importante es tomar las riendas y comandar todo lo que sucede en nuestra vida.
Los límites emocionales determinan cómo queremos tratarnos y cómo deseamos que los demás nos traten. Está claro que no podemos hacer que los demás actúen según nuestros deseos, pero si tenemos el control de nuestra propia conducta, por ello somos responsables de alejarnos de situaciones que nos lastimen, que nos incomoden y que no nos agraden. Debemos establecer nuestros límites a conciencia validando nuestras emociones y sentimientos.
Pero, ¿Cómo nos damos cuenta que atentamos en contra nuestros propios límites?
Piensa en alguna situación en donde hayas actuado de cierta manera para complacer a los demás, en donde priorizaste a otros a pesar de ti, y el resultado te causó sufrimiento o desilusión porque no te sentiste valorad@. Todo esto sucede en acciones cotidianas como cuando no se respeta tu palabra, cuando se incumplen promesas, cuando no se toma en cuenta tu opinión, cuando no te escuchan, cuando no se respetan tus tiempos, cuando te ignoran mientras hablas, cuando no se respeta tu espacio físico, cuando permites agresiones, amenazas, violencia en cualquier nivel, eres criticad@, o minimizad@, cuando te dan consejos que no has pedido, diciéndote cómo debes actuar; cuando sientes que no te respetan.
Si no tienes claro cómo establecer tus límites emocionales, piensa en lo que no vibra contigo, reconoce tus fortalezas y debilidades, afirma y rechaza con absoluta convicción. Expresa sin culpa ni vergüenza todo aquello que no estas dispuest@ a permitir como: faltas de respeto, groserías, manipulación, chantaje, celos, falta de diálogo. Marcar nuestros límites emocionales no es ser egoísta, se trata de ser íntegro con nosotros mismos y con los demás.
Ahora puedes preguntarte ¿cómo reconocemos nuestros límites emocionales? No es necesario sentirnos orillad@s para poder identificarlos. Debes aprender a percibir tus sensaciones, no vivir con actitud pasiva, dejando que los demás decidan por nosotros; participando en cada proceso que te toque experimentar. Observando tus reacciones, creando un espacio para analizar qué te produce ira, molestia o disfrute; si detectas que algo te desequilibra, trabaja en ello. Piensa cómo actúas cuando algo no vibra contigo, ¿respiras, lloras, reaccionas de manera defensiva, gritas, o buscas un momento para manifestar que aquella situación te molesta o te lastima?
Lo más importante de establecer nuestros límites emocionales es ser consecuentes con nosotros, respetarnos y amarnos y vivir a plenitud en todos los espacios de nuestras vidas.
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