Mi relación con el yoga
La primera vez que probé el yoga fue cuando tenía 12 años, y lo odié. No conecté con el silencio, ni con los estiramientos, ni mucho menos son la respiración. En realidad, no lo entendí y me aburrí. Muchos años después, a medida que profundizaba en mi práctica espiritual y practicaba la meditación, decidí volver a probar el yoga.
Inicialmente mi objetivo para la práctica no era conquistar las poses, sino comprender la respiración. Me inscribí en un estudio de yoga; entonces me empezó a gustar, pero confieso que el ambiente me abrumaba un poco. Sentía que se banalizaba con ciertos clichés. Practicaba con disciplina porque quería aprender para ser autosuficiente en mi práctica.
Conforme pasaba el tiempo me gustaba más y más, mi cuerpo agradecía los estiramientos y el tiempo que le dedicaba; sentía que el yoga me transportaba y me llevaba a límites a los que no estaba acostumbrada. Muchas veces sentía que alongaba músculos que no sabía que tenía, intentaba mover mi cuerpo con armonía, acompañado por la música de la maravillosa respiración. También es cierto que muchas veces, mi cuerpo quería ceder, pero respiraba, inhalaba y respiraba.
El yoga se convirtió en mi práctica de vida. La práctica de sentirme incómoda, expandir mis movimientos y respirar a través del dolor. En la inhalación, reuní energía y en la exhalación liberé la tensión. El aliento es nuestra fuerza vital. Me vi mejorando en yoga y comencé a llevar esta práctica a otras áreas de mi vida. Usé la cita, «sentirse cómodo con lo incómodo» como mi mantra. El conflicto de no aceptar las dificultades se debilitó. En cambio, abrí mi energía a eso. Comencé a sanar y me entregué a la experiencia. Al igual que el yoga, la vida me arrojó experiencias que me dieron ganas de colapsar, pero liberé la necesidad de controlar. Lo acepté y “me sentí cómoda con lo incómodo”. Pero todo esto sucedió porque yo lo elegí.
El yoga no trata de desarrollo personal, trata de aceptación personal.
Gurmukh Kaur Khalsa
Siento que el yoga es parte de mi practica espiritual, que me ayuda a sanar y comprometerme con mis procesos. Como todo, requiere esfuerzo y sacrificio; demanda que salga de mi zona de confort, que cambie mis hábitos para cuidar mi cuerpo físico y energético; todo para conectar con la abundancia, aprender a soltar lo que pesa, perdonar y abrir mi corazón.
Combino el yoga con la meditación, porque me ayuda a dominar mi mente para reconectar con mi corazón, a crear mi propio balance; me enseña a respirar y traerme al presente, para tener mayor claridad mental y regulación emocional, y todo esto para que mi acción en el mundo sea más asertiva.
Es cierto que tener una práctica constante implica un sacrificio de tiempo y energía, a veces hasta dinero. Pero usa tu creatividad; yo, por ejemplo, hace muchos años que practico yoga y meditación sola, me ayudo con tutoriales y clases de Internet. Piensa que lo más poderoso que podemos hacer en nuestro trabajo espiritual es poner el amor en todo lo que hacemos, sin excusas. Si estás sintiendo resistencia en este momento, con mayor razón anímate a tomar acción. Porque esa resistencia es lo que hoy te está limitando a experimentar mayor plenitud en tu vida.
Comprométete contigo, asume tus propios desafíos y aparta un tiempo para ti. Hazte consciente de que es importante invertir tiempo en ti y para ti.
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