Procrastinación

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Algunos meses atrás conversaba con mi gran amigo Rodrigo, acerca de la procrastinación; una palabra rara pero muy de moda en los últimos tiempos. Se refiere al hábito de aplazar o posponer actividades o situaciones que deben atenderse para sustituirlas por otras más placenteras; es decir, dejar para después.
Todos hemos procrastinado alguna vez en nuestras vidas; aunque debo confesar que no soy una procrastinadora por naturaleza; todo lo contrario, soy súper metódica y organizada… Para poder entender todo lo que conversé con Rodrigo, deje como pendiente este artículo por muchos meses y admito que ha sido abrumador tener esta tarea pendiente. Pero también debo reconocer que en este proceso poco habitual para mí, he descubierto algunas cosas muy interesantes que me gustaría compartir contigo.

Procrastinar es dejar para después aquellas actividades importantes que tenemos que cumplir, para sustituirlas por otras que nos resulten mucho más placenteras. Se dejan pendientes o se aplazan tareas que requieren de nuestra atención porque nos resultan agobiantes, estresantes, porque nos generan ansiedad o un compromiso que inconscientemente no podemos o no queremos asumir, porque nos resulta aburrido o tedioso.

Dejamos las cosas para el último momento pensando que seremos más creativos o espontáneos; excusandonos con que manejamos los tiempos a nuestra manera o que trabajamos mejor a presión. Y en realidad lo que estamos haciendo es correr el riesgo de incumplir con nuestras obligaciones por algún imprevisto.

Según el profesor William J. Knaus, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Virginia, “la gente pospone tareas con la esperanza de encontrarla ‘realizada’ al día siguiente como por arte de magia; todo ello viene acompañado normalmente por sentimientos de culpa, autoengaño y desesperanza”.
La procrastinación puede ser la manifestación de problemas como poca tolerancia a la frustración, déficit de atención (hiperactividad), ansiedad o depresión, sentimiento de impotencia y desconfianza, miedo al fracaso (baja autoestima), carencia de organización, falta de motivación, poca seguridad en la toma de decisiones.

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Aunque los procrastinadores natos, como mi amigo Rodrigo; afirman que «dejar para después» tiene sus beneficios, como la necesidad de desligarnos de una tarea para que se nos ocurran mejores ideas que bajo cuadros de stress no surgirían. Sostienen la hipótesis de que las cosas se deben hacer con un ritmo propio y mucha inspiración.
Yo pienso que estas teorías son excusas que buscan darle la vuelta a la situación porque trabajar bajo presión no nos permite revisar con tranquilidad lo que estamos haciendo y además creo que no existe un momento glorioso en donde llegue la inspiración; existen obligaciones pendientes que debemos atender!!.

Recordemos que la procrastinación es conducta comandada por “evitar”, busca eludir las obligaciones; en consecuencia surgirán sentimientos de culpa y remordimiento, que aplacaremos de manera automática con el autoengaño. También llamado “Wishful Thinking, que se refiere a la toma de decisiones basadas en creencias o inducciones sobre el futuro que a su vez se basan en idealizaciones o arreglos de la realidad según nuestros deseos. Es decir, planificamos nuestro futuro basándonos en estimaciones erróneas, sesgadas hacia cómo nos gustaría que fuera. Por ejemplo, ante el encargo de un proyecto, un procrastinador subestimará los plazos de finalización o el nivel de dificultad, pensará“Tengo tiempo de sobra, la entrega es dentro de seis meses”, o “¡Esto lo hago yo en dos tardes!”.

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Si te interesa dejar de procrastinar debes tratar de ordenarte, de ponerte fechas límites, de priorizar y organizar tus tiempos. Evita las distracciones y ponle horas a la tele, el gimnasio, las redes sociales. Debemos detectar que es lo que nos distrae para trabajar en ello, enfrentarlo y solucionarlo.

Créeme, el trabajo o la obligación que postergamos, no desaparece al dejarla de lado; llegará el momento en que de todas formas tengamos que hacerlo, puede ocurrir incluso que dicha tarea se haya vuelto más grande o pesada con el paso del tiempo.
Es importante que no te dejes llevar por la idea que bajo presión trabajas mejor, eso muchas veces solo causa tensión o irritación y con ello estrés y ansiedad.
Realiza las actividades que requieren de tu concentración y atención, en los horarios en que eres más productivo; no dejes para luego, lo que puedes hacer ahora!!!
Establece una escala de valores y dedicarle primero el tiempo a aquello que necesita nuestra atención, y luego a la diversión; así evitaremos sentir culpa y ansiedad por nuestros pendientes.
Recuerda que siempre se pueden presentar imprevistos, y que estos también requieren de nuestro tiempo. Una adecuada planificación de nuestras actividades nos permitirá tener tiempo para ello.

Pongamos las cosas en su lugar, reprogramemos nuestras actitudes; prioricemos y quitémonos los pendientes cuanto antes!!!

procas5Imágenes tomadas de Internet
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