¿Qué nos diría Don Quijote sobre el burnout contemporáneo?
Hoy estuve pensando qué haría Don Quijote de la Mancha en la voragine del 2025. Seguramente no saldría a los caminos con lanza y corcel, sino con un smartphone vibrando sin descanso, un calendario lleno de reuniones que podrían haber sido correos, y un enemigo mucho más difuso que los molinos de viento: el burnout.
El término “burnout” o síndrome de desgaste profesional se refiere a un estado de agotamiento emocional, mental y físico causado por un estrés prolongado, especialmente en el contexto laboral. No es solo estar cansado; es sentirse vacío, perder sentido, desconectarse de lo que haces, no encontrar satisfacción, aunque cumplas muchas tareas.
Porque si lo pensamos bien, ¿qué es el burnout sino un gigante disfrazado de rutina? Un monstruo que devora nuestra energía mientras nosotros, convencidos de ser caballeros andantes del éxito, seguimos embistiendo, creyendo que “aguantar” es sinónimo de nobleza.
Don Quijote, con su delirio lúcido, quizá nos daría una lección incómoda: no toda batalla merece ser peleada.
En la novela, el Quijote ve gigantes donde Sancho solo ve molinos. En nuestro mundo, muchas veces ocurre lo contrario: vemos “molinos” inocentes —un correo más, un proyecto extra, un fin de semana ocupado— y no reconocemos que, en realidad, son gigantes que desgastan nuestra salud mental y emocional.
El burnout nace precisamente de esa ceguera: normalizar lo que nos drena, romantizar la sobrecarga como si fuera medalla de honor, repetir el mantra de “puedo con todo” hasta que el cuerpo nos detiene en seco.
La sociedad contemporánea nos vende la productividad como armadura. “Sé eficiente, multitask, disponible 24/7”. Pero esa armadura pesa, se oxida y nos convierte en guerreros agotados, incapaces de disfrutar la batalla porque todo se ha vuelto guerra.
El Quijote, en cambio, se permitía el delirio: perseguía ideales imposibles, pero lo hacía con pasión, con poesía, con una brújula interna que no marcaba las horas del reloj sino los latidos de su corazón.
Quizá de él aprendamos que no se trata de abandonar la lucha, sino de elegirla con sentido. La gran enseñanza sería esta: no todo “gigante” merece tu lanza. Algunos combates son ilusorios, creados por un sistema que premia el desgaste. Otros, en cambio, son batallas íntimas: defender tu tiempo, tu calma, tu humanidad en medio del ruido.
Don Quijote nos recordaría que, aun en su locura, nunca peleó por miedo a quedar bien con los demás. Peleaba por ideales, aunque fueran inalcanzables. Y ahí radica la diferencia con el burnout: cuando tu lucha responde al “qué dirán” y no al “qué quiero”, terminas vacío.
Imaginemos entonces un pacto: Permitirnos decir “no” sin sentir culpa. Buscar momentos de silencio, aunque el mundo exija ruido. Recordar que la vida no es solo producir, sino también imaginar, contemplar, crear.
Quizá, al final, la cura al burnout no sea dejar de luchar, sino reaprender a cabalgar con ligereza, sin olvidar que somos tanto caballeros como soñadores.
Si Don Quijote se enfrentara al burnout contemporáneo, probablemente nos diría, entre tilde y locura: “No te desgastes por causas ajenas. Elige tus gigantes. Y recuerda que la mayor hazaña de un caballero andante es, a veces, saber descansar.”
Tal vez el mayor acto de valentía en estos tiempos sea no trabajar más, sino vivir mejor
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