Sanando a Nuestro Niño Interior

alice

La vida es cíclica, todo regresa en algún momento; por ejemplo si fuimos niños felices viviremos a plenitud, afrontando la vida con una actitud positiva; en cambio si nuestra infancia fue tormentosa y crecimos en ambientes hostiles; esto influenciará significativamente en nuestra calidad de vida; porque las vivencias de nuestra infancia son fundamentales en la construcción de nuestra personalidad.

Las situaciones que afrontamos en la infancia, siempre influyen en nuestro comportamiento actitudes en la adultez; es a lo que llamo el punto de partida de todo. Si cuando fuimos niños nos tocó experimentar situaciones dolorosas como separaciones, abandonos, injusticias, humillaciones, traiciones o maltratos; llevamos a cuestas heridas emocionales y es probable que aún no hayan cicatrizado.

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Es fundamental identificar esas situaciones que nos afectan o que muchas veces nos desbordan y perdemos el control. Por ejemplo, si viviste abandono en la infancia, repetirás el patrón es decir, abandonarás a tus parejas, proyectos o amigos antes de sentirte abandonad@ por ellos. O también puedes sentir que te cuesta aceptar que te dejen y te aferres generándote gran sufrimiento. Si identificas este comportamiento en ti, deberás concentrarte en trabajar tu miedo a la soledad, temor al rechazo y potenciar tu individualidad como un aspecto positivo en tu vida.

Si de niño sentiste humillación porque no valoraban tus ideas, no reconocían tus logros y por el contrario te regañaban y te decían que eras torpe; generaron en ti un gran problema de autoestima. La consecuencia en la adultez será una personalidad dependiente, agresiva como mecanismo de defensa e incluso puede llegar a humillar a los demás para sentirse protegido.

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Es importante que los adultos asumamos que llevamos heridas emocionales; debemos identificarlas y trabajar en nuestra sanación. Cuando sintamos una emoción negativa, tenemos la obligación de preguntarnos por qué nos sentimos así; es necesario comprendernos porque nuestro niño interior necesita amor y aceptación.

Te propongo hacer un ejercicio, evoca los recuerdos de tu niñez. ¿Cómo eras cuando tenías 8 años? ¿Qué hacías?, ¿qué pensabas?. Trata de pensar en ti a esa edad. Fíjate en los detalles en tu cara, en tu sonrisa, en tu voz, tú alrededor, tu habitación, tus juguetes. Ahora imagínate a ti, así como estas ahora; visualízate en la habitación que tenías cuando eras chic@, ve al encuentro de tu niño. Abrazalo y sana las heridas del pasado; utiliza tu imaginación para ese encuentro fabuloso. Después de este ejercicio habrás identificado que tus miedos e inseguridades de hoy, provienen de tu niño interior; trata de abrazarlo y aceptarlo; te sorprenderán los cambios que ocurrirán en tu presente. Los adultos que tienen a su niño interior saludable, no se reprimen cuando les apetece hacer algo no propio de adultos, como por ejemplo, pasar por un parque y montarse en un columpio, no les importará que la gente se extrañe. Todos los humanos tenemos la necesidad de volver a ser niños de vez en cuando, si tienes hijos es ejercicio es más natural; pero si no los tienes atrévete a fluir con tu niño interior, sé espontáneo; conéctate con él desde el corazón.

Ilustraciones tomadas de Internet
Dulcinea
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