Todo Oídos

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¿Sabías que existen diferencias entre oír y escuchar?. Escuchar es oír con intención, prestando atención; trascendiendo a nuestras propias opiniones, apagando nuestros ruidos mentales y dejando que quien nos hable sea el protagonista.

Es cierto que nuestra mente está llena de información, vivimos todo el día pensando y atendiendo muchos asuntos al mismo tiempo; tal vez por eso sea tan complicado concentrarnos, sumado a nuestro permanente objeto de distracción, nuestros dispositivos móviles. Para poder escuchar debemos desacelerar nuestra mente, tomarnos un tiempo y enfocar nuestra atención a la conversación.

También es importante despojarnos de nuestros propios asuntos, opiniones, juicios y critica. Es como vaciar nuestra mente y ser tierra fértil a lo que estamos atendiendo. Así será más fácil estar presente con el corazón abierto, para sentir y tener empatía. Desde este estado podremos encontrar y dar la mejor respuesta, palabras con sentido,  una sonrisa, un silencio, una mirada cómplice o compasiva.

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Muchas veces oímos en lugar de escuchar, y nos quedamos con lo que ya sabemos y lo que creemos. Nuestro ego nos domina y no permite que la otra persona termine de hablar y responde sin pensar: “Sí, ya lo sé”. Limitamos nuestra escucha a aquello que confirma nuestras opiniones. Pero, es importante lograr controlar nuestro ego y mantener la mente abierta a nuevos datos,  prestar atención a lo que se revela frente a nosotros.

Para escuchar con empatía debemos respetar y prestar atención a la persona que nos habla, sin ignorarla para atender otros asuntos. Esto cambiará nuestra percepción, dejaremos de seguir nuestro pensamiento estructurado, nuestros juicios y críticas y conectaremos a sentir lo que la otra persona dice.Escuchar con intención nos conecta con la energía de la otra persona, es un momento mágico en donde no hay individualidades ni barreras.

Para lograrlo, primero debemos apaciguar nuestra mente; dejar de estar constantemente preocupad@s, centrados en el pasado o ansiosos por el futuro, juzgando, culpando y criticando. Uno de mis métodos favoritos es meditar, porque me ayuda a serenar la mente, soltar el parloteo mental y dejar espacio para escuchar. Una vez que la mente está serena podemos sintonizar mejor con el corazón, con nuestro sentir. Y desde ese espacio podemos atender al otro, estando plenamente presentes.

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Quise escribir este post porque escuchar es un acto cotidiano y muchas veces no valoramos lo maravilloso que es dedicar nuestra atención a quien se dirige a nosotros. Si eres de las personas que se distrae con facilidad, que mientras te hablan, atiendes tus dispositivos móviles o que interrumpe constantemente para hablar de ti; en resumen que no deja hablar a los demás y tampoco escucha con atención… Piensa que nadie tiene tanto placer en escucharte como tú en hablar; respira y tomate el tiempo de valorar, respetar y agradecer tu interconexión con la otra persona. Esfuérzate por encontrar el equilibrio de la conversación… Invierte tu tiempo asertivamente y ten la disposición de ser “todo oídos”, para ti y para los demás.

Ilustraciones tomadas de Internet
Dulcinea
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